miércoles, 25 de mayo de 2011

"La deshumanización de la Economía"


Tres años atrás, escribí este artículo, y a la luz de los acontecimientos actuales - la crisis económica global que actualmente atraviesa el planeta, con consecuencias gravísimas y aún impredecibles - considero que está vigente y que aborda, de alguna forma, las razones de la génesis de la situación actual: la deshumanización que ha caracterizado la Economía y que ha abocado al mundo al incierto abismo al que hoy en día se asoma...

"Hace ya unos años, me llamó la atención la negativa de Nestor Kirtchner, entonces presidente de Argentina, a pagar los intereses de la deuda externa que su país tenía (y supongo sigue teniendo) con el Fondo Monetario Internacional... Y sin pretender salir en defensa del sujeto antes mencionado, pues me parece que su postura era demagógica y sólo buscaba un alza de su popularidad a costa de una medida que bien podía costar muchos disgustos al pueblo argentino, el hecho es que esta “salida” de Kirtchner me resultó interesante por lo que implicaba, por lo que significaba y por su calidad de síntoma de algo que hace mucho tiempo que el mundo está adoleciendo, y es de la deshumanización de sus medidas y planteamientos económicos... El FMI se fundó hace 60 años, bajo el auspicio de la ONU, con el fin, por un lado y principalmente, de funcionar como un ente estabilizador y equilibrador de las economías mundiales, objetivo que no siempre ha podido cumplir y de lo que son claro ejemplo las continuas crisis económicas mundiales que ha habido, sobre todo durante los ’80 y ’90... El otro supuesto objetivo del FMI era contribuir, a base de préstamos con intereses blandos (alrededor del 4% anual es el que tenía que pagar Argentina), al desarrollo socioeconómico de los países más pobres o en vías de desarrollo... Desde esa perspectiva, tendríamos que haber visto, a lo largo de estos más de 60 años, varias cosas que, de hecho, NO se han visto: por un lado, la desaparición gradual del FMI, pues si por definición su meta era la del desarrollo de las naciones, la lógica habría hecho esperar que a base de créditos con intereses blandos, la mayoría de las naciones de este planeta alcanzaran un grado de desarrollo tal que los convirtiera en autosuficientes y no precisaran, a la larga, de mayores créditos... ¿Ha sido así? Por el contrario, la brecha entre países ricos y pobres, en estos últimos 60 años, se ha agudizado; el capitalismo, como forma de vida y como mecanismo de autogestión, se ha ido radicalizando de forma insana, convirtiéndose en un capitalismo cada día más recalcitrante, extremo y totalmente afianzado en todos los países del orbe; a los únicos que el dinero del FMI parece haber llegado es a los empresarios de cada nación, pero no se puede observar un aumento del desarrollo social en ninguna parte (no, al menos, que derive de los créditos del FMI) y, cuando se trata de que la deuda se devuelva y los intereses se paguen, el FMI carece de toda ética y no demuestra interés ninguno por los DD HH o los crímenes de lesa humanidad (piénsese en el caso de Pinochet, quien se mantuvo en el poder por 17 años sin que nadie moviera un dedo internacionalmente contra él – mientras Cuba sufría y sufre un implacable bloqueo económico – pues el dictador pagaba puntualmente la deuda chilena con el FMI, incluyendo los intereses) En suma, que considerando el impresionante poder que le otorga el manejar de facto la economía mundial, el hecho es que el FMI no funciona mucho mejor que los bancos quienes, a más pequeña escala pero no menos deshumanizadamente, sólo ven números y no seres humanos cuando de lucrar se trata... El FMI se formó y trabaja con el dinero que cada uno de sus países socios aporta, y se supone que no concede créditos salvo que el país solicitante entregue un programa claro y explícito de los fines que dará a ese dinero, pero cuando esos fines no se cumplen y el dinero cae en manos corruptas o criminales, ellos sólo miran la parte que les interesa: recuperar el dinero prestado (más los correspondientes intereses); los seres humanos son soslayables, sólo el dinero importa...

Alguien podría argumentar que el fin del FMI es estrictamente económico y que para salvaguardar el respeto a los DDHH y constitucionales de las personas existen otros organismos como la ONU, o la UNICEF, o la FAO... Pero mi propuesta implica no continuar con esta disociación casi esquizofrénica de dos realidades humanas, la economía y el respeto de todos los derechos básicos del ser humano... Un ente que presta dinero no tiene más ética que la de esperar que se lo devuelvan... Creo que ha llegado la hora de que las cosas cambien, que el manejo de la economía mundial se humanice, que cuando hablemos de economía no pensemos sólo en números, tablas, ecuaciones, ganancias y pérdidas financieras, sino en calidad de vida, en derechos básicos del ser humano, en personas, en desarrollo social...

El FMI es un ente omnipotente, un dios contemporáneo que desprecia a los seres humanos como tales y que sólo ve la vida bajo el signo del dólar... Y mientras la economía no se humanice, mientras este aspecto de la vida humana no sea atravesada transversalmente por la ética, por el aspecto valórico de la existencia, por los principios mínimos que toda entidad humana debe tener, el mundo seguirá otros 60 años (por no decir 60 siglos, si es que se llega a eso) viviendo las inmensas diferencias económicas que hoy en día viven las diferentes naciones, y seguiremos inmersos en sistemas sociales cada día más metidos en el concepto de “eres lo que tienes” o “vales lo que ganas”, aumentando la brecha entre ricos y pobres, aumentando la desvalorización del ser humano como tal, auspiciando sociedades de consumo implacable donde nuestros niños y adolescentes crecen permanentemente insatisfechos y ansiosos por tener cosas más que en ser buenos seres humanos... El FMI se perpetuará en el tiempo, la economía mundial seguirá siendo deshumanizada y el ser humano seguirá considerando la economía como un ente abstracto, que no entiende, que lo supera y que, sin embargo, afecta decisivamente y decide por él en cada uno de los otros aspectos de su vida...

De hecho, que surjan sujetos como Kirchtner es claro síntoma de las vulnerabilidades de un sistema deshumanizado; que pueda venir un mandatario a meter el dedo en la boca a sus electores con una medida demagógica como esa es claro síntoma de la deshumanización de la economía; que la existencia del FMI no haya, de hecho, ayudado a ninguna nación a desarrollarse socio-económicamente, demuestra lo maquiavélico del juego: se erigen como entes plenipotenciarios de la economía mundial, pero en el fondo su único objetivo es lucrar a costa de los países más débiles, los cuales nunca saldrán de pobres, pues si así fuera, significaría la desaparición del FMI y el fin de su lucrativo negocio..."

Santiago, Septiembre de 2008

viernes, 20 de mayo de 2011

El "absentismo parental"


Desde hace ya más de dos décadas que el tema de los “niños monstruos”, referido a aquellos hijos e hijas convertidos para sus padres en un auténtico desafío por su tiranía, agresividad e indisciplina, saltó a la palestra en Estados Unidos y en Europa. Niños de tres o cuatro años en adelante que ponían en jaque la autoridad paterna, las reglas y normas del hogar, y el respeto a la integridad de sus progenitores. Veinte años después el tema sigue vigente, aunque ya se ha convertido en una materia que ha superado los límites familiares para pasar a ser una cuestión de índole social. Ya por ese entonces, los investigadores (psicólogos, sociólogos, pediatras, etc.) se preguntaban por las causas de dicho fenómeno y la respuesta resultó ser bastante simple: los estilos educacionales de los padres modernos, huyendo de la rigidez y la marcada jerarquización de antaño, habían cambiado y dado pie a otros mucho más permisivos, supuestamente más libres y respetuosos de la expresividad del niño/a pero que, a la luz de los resultados, demostraron estar mal concebidos y peor ejecutados. Dos décadas después de expuesto el fenómeno, muchos países han ido observando cómo la tendencia delictual vinculada a menores de edad se ha ido incrementando alarmantemente. Cada vez es mayor el número de delitos provocados por niños/as menores de 18 años y cada vez menor la edad a la que se comienza a delinquir. Obviamente que este hecho no sólo implica a menores de edad cometiendo crímenes y causando víctimas, sino un incremento, asimismo, de su vulnerabilidad y su tendencia a ser, a su vez, victimizados.


En Chile, como en otros muchos otros países del mundo en vías de desarrollo, este tipo de tendencias nos llegan con años de retraso, pero finalmente nos llegan. Sin ánimo de estigmatizar a nadie, creo que todos hemos sido testigos de los numerosos aspectos en los que las vidas de nuestros adolescentes y jóvenes se ven envueltos, hoy en día, en delitos violentos (robos a mano armada, violaciones, homicidios), acciones violentistas (revueltas callejeras), agresiones intraescolares (el ya famoso fenómeno del “bulling” o matonismo) y eso destacando sólo los aspectos en que la violencia hacia otros se pone de manifiesto. Por otro lado, tenemos toda una serie de eventos relacionados con el consumo y abuso de alcohol y drogas, con el consiguiente detrimento en la calidad de vida y el desempeño escolar y académico de los niños/as y adolescentes, del cual no sólo podemos responsabilizar a las capacidades infraestructurales o financieras del establecimiento escolar (tema muy en boga actualmente por la polémica LGE), sino a la disposición personal, la orientación hacia el logro o la motivación interna de los alumnos, de su interés por los estudios, y este aspecto está tan relacionado con el espíritu y las actividades que promueva el centro escolar como con la calidad de las relaciones que el niño, adolescente y joven tiene con su medio y con sus seres queridos, sobre todo con sus padres.


Es un hecho que hoy en día las relaciones paterno filiales no son iguales a las de antaño, y es también un hecho que no son mejores. Sin intención de caer en la vieja cantinela de “todo tiempo pasado fue mejor”, la realidad es ésta: los niños/as y adolescentes chilenos están demostrando actitudes, conductas y motivaciones que delatan que algo no está funcionando bien en el ámbito familiar. Una tendencia preocupante a la falta de empatía, al egocentrismo recalcitrante, a no valorar el esfuerzo paterno por salir adelante, a ser absorbidos por una sociedad basada en el consumo y la tenencia de cosas, a considerar que no tienen que esforzarse por nada porque para eso están los padres proveedores, a pasar a llevar la autoridad paterna y materna, a defender a ultranza sus derechos mientras, en paralelo, hacen todo lo posible por eludir sus responsabilidades son algunas de las características que pueden observarse en muchos niños/as y adolescentes en la actualidad. Muchos padres, alentados por teorías psicopedagógicas tan maravillosas como peligrosas por su falta de rigurosidad y huyendo del modelo rígido vivido en su propia infancia, fueron buscando estilos de educación y formación que buscaran una mayor “democratización” del ámbito familiar, sin caer en la cuenta de que una relación padres-hijos, por definición y para su propia conservación, nunca podrá ser democrática. Y esto, que suena tan feo y que hará arrugar la nariz de más de uno/a, es una verdad como una casa, porque los roles de padre, de madre y de hijo/a son roles muy delicados, que necesitan de una definición clara, sin fisuras y con límites claros, pues cuando estos se pierden, se pierde el rol en sí, y en ese momento no es sólo la relación la que se pone en peligro sino el desarrollo y construcción completa de nuestros hijos como seres humanos. Toda relación padres e hijos necesita de una jerarquía y de un respeto a los espacios y a los límites como tales para que se desarrolle de forma productiva y feliz para todos. El hijo que crece en un hogar sin límites claros, sin reglas mínimas, sin hábitos en sus horarios, sin normas que lo guíen, sin pautas que le ayuden a saber hacia dónde dirigirse y sin respeto a la autoridad de sus padres, por un lado está creciendo con la enorme responsabilidad (que su inmadurez emocional no maneja adecuadamente) de tener que decidir por sí mismo en materias donde aún necesita guía y apoyo y, por otra, al no tener figuras de autoridad a las que enfrentarse cuando llegue a la adolescencia (etapa donde la rebeldía y la autodeterminación comienzan a aflorar) ¿contra qué se va a rebelar si sus padres hace tiempo ya que le permitieron todo o casi todo?


Creo importante aclarar que cuando hablo de autoridad no estoy hablando de autoritarismo, que cuando hablo de reglas y normas no estoy hablando del “come y calla” y que cuando hablo de jerarquía y disciplina no estoy hablando de tiranías. Este tema me parece demasiado serio como para perder el tiempo en aclaraciones innecesarias, pero sentí que era pertinente hacer esta precisión.


Y todo esto me lleva al título de esta nota, porque finalmente llegamos a donde quería llegar: al peligro que suponen los fenómenos antes descritos y que, en su conjunto, yo calificaría de “absentismo parental”. Porque son los padres los primeros y principales responsables y creadores de los estilos educacionales que decidan implementar en sus hogares. Y por ello, cuando el estilo se caracteriza por uno permisivo, abocado a dar cosas para no tener que dedicar tiempo, poco comprometido con el verdadero significado del rol de padre o madre, y más centrado en sus vidas particulares que en la vida familiar y en las necesidades reales de sus hijos/as, yo no puedo menos que recurrir a ese término, “absentismo”. Que el padre y/o la madre son personas vitales en la vida de los hijos es una verdad indiscutible. Y unos padres motivadores, preocupados y atentos pueden marcar una diferencia significativa en la forma en que sus hijos crezcan, se desarrollen, se desenvuelvan y aprendan las lecciones de la vida. Hace ya tiempo escuché a la psicóloga Pilar Sordo decir que la gran mentira de la sociedad chilena y largamente repetida por los padres es “no tengo tiempo” para mis hijos. Pues lo cierto es que no se trata de una cuestión de tiempo sino de prioridades, de la forma en que priorizamos ese tiempo. Y que así como le dedicamos tiempo a un telediario, una telenovela o un partido de fútbol, así también podríamos dedicar ese tiempo a la familia, a los hijos/as.


En fin, vayamos ahora a las propuestas, a las alternativas. Porque una cosa está clara: a nadie le gusta el estilo educacional rígido del “come y calla”, de la cachetada por cualquier expresión de opinión (que antaño se calificaba de insolencia) ni de “aquí se hace lo que yo digo porque para eso soy tu padre”. Ese estilo educacional no respetaba las necesidades del niño ni su dignidad, y no potenciaba el desarrollo de una mente creativa y constructiva. Pero el estilo permisivo tampoco lo logra y tiene el agravante de que ha generado mucha confusión en las mentes infantiles y adolescentes, una creciente desarmonía en la estructura familiar y altos niveles de insatisfacción tanto en padres como en hijos/as. Niveles de insatisfacción que tanto en unos como en otros, cuando superan todos los límites, estallan en hechos como la violencia adolescente en las calles o los infanticidios (doloroso hasta las lágrimas el reciente caso de la niña de nueve años asesinada a golpes por su madre por no leer un libro asignado como tarea escolar) provocados por un nivel de presión (personal, familiar, social) tan alto que ni niños ni adolescentes ni adultos consiguen manejar de forma constructiva.


Yo abogaría porque junto a medidas políticas y económicas de énfasis en la Educación, exista un proyecto o programa gubernamental para la recuperación del rol parental, un proyecto de culturización a gran escala y a lo largo de todo el país que trabaje el reforzamiento de los lazos familiares, la educación de los roles de padre y madre, su significado, su importancia, su adecuado desempeño. Una campaña que nos ayude a la prevención del absentismo parental y a su recuperación. Nadie nace sabiendo ser padre ni madre, son roles que se aprenden con la experiencia y el ejemplo, y ante fenómenos como el abandono, la desprotección, la desmotivación, la delincuencia juvenil, el abuso sexual a menores, el absentismo escolar, el maltrato infantil y el infanticidio debería haber una iniciativa por parte del Gobierno para trabajar esta área, la del rol parental, y subsanar de esa forma, de raíz, tantas carencias, deficiencias y penurias que afectan a los niños, adolescentes y jóvenes en nuestro país.


Quizás estoy soñando. Pero conozco muy pocos logros y conquistas en la Historia de la Humanidad que no hayan partido de sueños. No nos dé vergüenza, como padres y madres, admitir que muchas veces nos sentimos desorientados, que hay cosas que nos superan en nuestro rol, que la sociedad actual nos presiona, que no es fácil educar en estos tiempos pero que, por encima de nuestra perplejidad, amamos a nuestros hijos/as y queremos lo mejor para ellos/as.

Santiago, año 2008