martes, 19 de abril de 2011

Iglesia y pedofilia (texto)


La Iglesia Católica chilena está demostrando tomarse muy poco en serio la grave situación que atraviesa actualmente a consecuencia del caso Karadima, haciendo nuevamente gala de la misma soberbia y actitud de “intocables” que ha demostrado la Iglesia en general a lo largo de las últimas décadas en relación a los abusos cometidos contra miles de niños y niñas a lo largo y ancho del mundo. Y afirmo esto porque la gravedad de la situación es mucho más profunda y precisa de mucha mayor atención que el tardío y conveniente mea culpa de la jerarquía eclesiástica, tanto en el Vaticano como en Chile, o de medidas tales como la creación de un organismo que se ocupe de la reparación de las víctimas, considerando sobre todo que el mundo ha visto ya demasiadas generaciones de niños y niñas crecer sin ningún tipo de apoyo ni ayuda tras haber sufrido todo tipo de abusos por parte de sacerdotes católicos, y que lo que corresponde ahora es poner el acento en la prevención de este tipo de delitos.


En efecto, a un nivel psicosocial, si ya el abuso sexual y violación de menores es un acto gravísimo (aunque las penas que arriesgan los perpetradores, en general, nunca han sido tan altas como debieran), al hecho abusivo en sí se añade la característica (antes incuestionable, hoy presunta) de “autoridad moral” de la que los sacerdotes estaban investidos, lo que agrava aún más el acto ominoso y lo convierte en un atentado no sólo contra sus jóvenes víctimas sino contra toda la sociedad por cuanto en la mayor parte de los países occidentales ésta se rige por normas morales de origen cristiano y la Iglesia católica se ha convertido en el bastión moral de sus ciudadanos. Además, durante las décadas y décadas de abuso, la Iglesia, lejos de responder a estos con la debida corrección, es decir, entregar al perpetrador a las autoridades civiles y castigarlo a su vez con la expulsión de la Iglesia impidiéndoles continuar ejerciendo el sacerdocio (pues una vez comprobada su evidente inmoralidad así debió ser) y escuchar y proteger a las víctimas, por el contrario, convenció a éstas y a sus familias de la conveniencia del silencio y del secretismo, convirtiéndose en un ente cómplice de los abusos, eligiendo con total frialdad ocultar el delito, proteger al perpetrador y muchas veces simplemente trasladarlo de parroquia con el fin de alejarlo de sus acusadores, haciendo de él una amenaza real (y un abuso concreto) para otra comunidad, que recibía al nuevo párroco sin saber qué tipo de criminal acercaba a sus hijos.


Es importante observar, entonces, el fenómeno del abuso desde la perspectiva de aquellos que, estando cercanos al niño abusado y habiendo presentado sus reservas o sus quejas directas a la autoridad eclesiástica, fueron finalmente absorbidos por una suerte de pacto de silencio a favor del perpetrador y de la Iglesia Católica, quienes quizás advirtiendo maliciosamente del estigma social que acompañaría al niño abusado como consecuencia directa de la denuncia, o simplemente ejerciendo el inmenso poder que la Iglesia ha ostentado desde siempre, finalmente conseguían su propósito: silenciar a sus pequeñas víctimas y a sus familiares, protegiendo así a criminales que nunca pagaron por sus crímenes y de los cuales muchos aún gozan de total impunidad.


Estamos hablando de décadas de abuso sexual, de miles de niños alrededor del mundo marcados por una experiencia aterradora y traumatizante, de una actitud cómplice y por lo tanto criminal por parte de una entidad – la Iglesia Católica - con millones de fieles en los cinco continentes totalmente convencidos de la superioridad moral de su jerarquía eclesiástica y de su carácter de “representantes de Dios en la Tierra”. Así las cosas, el mea culpa de Monseñor Ezzati y Monseñor Errázuriz es, sencillamente, tardío, conveniente y con un claro “tufillo” de arrogancia porque, pese a todo, no se ve que proceda de un reconocimiento sincero del daño infligido por parte de la Iglesia (y no sólo por Karadima) a la sociedad chilena, sino como respuesta obligada a una decisión procedente del Vaticano y a la presión social de una sociedad, la chilena, que comienza a reaccionar ante una verdad tan real como aterradora: que su autoridad moral, su guía espiritual y su representante de Dios en la Tierra es una entidad que carece de toda moral, que ha protegido por décadas a pedófilos en todas partes del mundo, que se ha convertido en cómplice de sus crímenes y que no da muestras claras de pretender combatir esa lacra, por cuanto todavía ampara a sus perpetradores, dos de los cuales en Chile – la ex-madre superiora de las Ursulinas y el padre Raúl, sacerdote de la parroquia de El Bosque en los años '60 - se encuentran en Alemania, disfrutando de impunidad a expensas del Vaticano. Recuperar la confianza de los fieles no es la única cuenta pendiente de la Iglesia Católica en Chile hoy en día: recuperar el aura de autoridad moral y de superioridad espiritual es una tarea todavía más compleja. Sólo el tiempo y sus acciones nos dirán si es capaz de cumplirla.

Santiago, 18-04-2011

9 comentarios:

  1. Es una situación que grita a voces que hay que detener, cuántos años más de tinieblas y maldad debe tapar la iglesia en nombre de Dios?
    Hasta qué punto debemos llegar para que se den cuenta que el pecado y la maldad se esconden detrás de sotanas y hábito de monjas de algunos que se hacen nombrar " religiosos"?
    Basta ya de tanta hipocresía, Jesús debe sentir vergüenza de los que ocupan su nombre y lo blasfeman.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. ya, y de tal manera la iglesia ha modelado - ominosamente- la moral de la sociedad en el manejo de la sexualidad -además de en otros aspectos de la vida- qué, sin darse cuenta, la misma sociedad ha sido cómplice en el abuso depravado que sus sacerdotes han sometido a sus propios hijos. Hemos permitido nosotros mismos, también, durante años que estas depravadas acciones pedófilas se tapen por el bien, claro, de la iglesia y su santa labor, desviando la vista e ignorando el ultraje a miles de niños.
    Espero que esta aberrante actitud secretista haya llegado a su fin en este país.
    Muy bien desarrollada su nota, nena

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  4. dejad que los ninos vengan a mi..
    Siempre desconfie de la religion y de los religiosos..reflejan un alma atormentada. Como desconfio de la politica y de los politicos .
    .
    Exelente post...

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  5. Muy bueno, hermana, y espero que por fin alguien haga justicia y detenga esta aberracción de siglos.

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  6. Muchas gracias a todas por sus comentarios. También yo espero que esta era de oscurantismo católico, que ya dura demasiados siglos, esté llegando a su fin y que las disculpas y reconocimiento de culpa de las jerarquías vaticanas y eclesiásticas no sean un mero maquillaje para recuperar el favor de los fieles y de la opinión pública. Sabemos cuán política puede ser la Iglesia y lo bien que maneja los hilos de la manipulación mediática y el poder económico. Ha llegado la hora de que los fieles y todos quienes formamos parte de las sociedades occidentales exijamos más y no nos quedemos de brazos cruzados cuando un crimen tan aberrante como el abuso sexual a niños esté ocurriendo ante nuestras propias narices. Basta de impunidad, basta de intocables abusadores, basta de silencio oscurantista!
    Un abrazo!

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  7. Hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre: la institución católica romana no es en absoluto cristiana, ni iglesia, ni apostólica. Es responsable de mentiras, estafas, crímenes de lesa humanidad, violaciones, vejámenes, desfalcos y otros múltiples delitos de caracter universal. Invito a leer mis notas, en especial: http://editornoroestino.blogspot.com/2011/01/virgenes-y-santos.html Mi cordial saludo. Luis

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  8. Hola, palmera (porque tú lo sabrás, ¿no?). Muy serio y doloroso ese asunto que comentas. Yo no siento sino bochorno por lo bueno que hay en el Cristianismo, Lo malo, ya ves, nos asalta a cada paso.
    Gastón Segura

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  9. Muchas gracias, Luis, por tu comentario. Visitaré tu blog sin falta... :-)
    Muchas gracias también a ti, Gastón (obviamente lo sé, jeje, si bien mi nombre significa más bien "dátil" y, por extensión, palmera... Datilera, obvio) ;) Y sí, completamente de acuerdo contigo, si bien mi ateísmo recalcitrante me lleva a ver pocas cosas buenas en el Cristianismo... Y en cualquiera religión, en realidad... ;)
    Un abrazo a ambos! :-)

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