Sueño sueños soñados,
soñadora sin miedo...
Tiemblo en un mar
que se embravece,
aunque yo no tiemblo...
Veo estrellas candentes
surcando los cielos
mientras gritos acongojados
quebrantan el silencio...
La noche es aún más oscura
de como la recuerdo,
no escucho más que un bramido
que ruge desde el suelo...
Abrazo a mi progenie,
aunque sé que nada puedo,
tan fuerte es tu clamor,
madre mía,
tan fuerte y tan violento...
Sólo queda esperar
e implorar tu clemencia.
Indignos somos, lo sé,
madre mía,
y también tus hijos –qué remedio-.
A veces hijos del amor
del placer, del requiebro...
Hoy hijos de la niebla,
de la impotencia
y el desespero...
Madre Tierra, madre nuestra,
madre sal, madre selva,
madre de nuestro destierro...
Santiago, 08 de Marzo de 2010
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