Cayó una gota,
y detrás de ella otras muchas...
Colmaron el espacio de mis manos
sin perder su color de lluvia.
Atravesaron mi piel infinita
y se perdieron entre la hierba húmeda...
Cayó la noche,
y con ella la luz que me conversaba...
El silencio se hizo oscuridad
y supe que entre los ecos de mi voz
y las sombras del misterio
ya no volvería a encontrar el sonido de mi alma...
Cayó mi mano sobre tu regazo,
y junto a ella aparecieron flores marchitas...
La eternidad se hizo mármol y yeso,
solemnes columnas y rejas.
Y todo lo que amé en vida
se volvió polvo de estrellas infinitas...
Abrí los ojos demudados,
la piel transpirada y fría...
Las cortinas danzaban inquietas
- el viento de una tempestad tardía -
El ventanal abierto emitía voces:
la realidad coreaba su existencia,
y su cotidiana rebeldía...
Santiago, 10 de Marzo de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario