Como psicóloga, siento que el fenómeno del ciberespacio y el internet ha calado hondo en nuestras sociedades civilizadas y ha creado una nueva realidad, virtual y paralela, al mundo real en el que existimos. Esta nueva forma de vida (porque el internet, para muchos -jóvenes y no tan jóvenes - no es sólo una entretención o una herramienta de trabajo, sino un modus vivendi) está creando todo un nuevo universo de relaciones interpersonales, una nueva forma de comunicarse y de conectarse y que, precisamente por ser nueva, no ha mostrado aún todo el amplio abanico de posibilidades y de consecuencias que conlleva y conllevará en nuestro mundo moderno.
La Antropología actual, a mi juicio, está teniendo dificultades para analizar el fenómeno porque éste, el del ciberespacio y el internet, es solapado, inconsistente, indetectable y muchas veces falso, y no entrega el espacio para hacer un análisis que no se llene de especulaciones e hipótesis difícilmente comprobables. Gracias a él, el ser humano puede crear, y de hecho crea, un mundo paralelo más cercano a la ficción que a la realidad, y es dentro de este concepto ficticio que los modernos antropólogos tienen que moverse, terreno bastante movedizo para una disciplina acostumbrada a estudiar sistemas de vida concretos, reales, tangibles, expresados claramente ante los ojos del estudioso.
Desde el punto de vista psicológico, es preocupante la forma en que este modus vivendi afecta, principalmente, a niños, adolescentes y jóvenes. Los más vulnerables son los niños y adolescentes, pues si unimos este grupo hetáreo al tema de las dificultades metodológicas para trabajar etnológicamente la realidad del internet, aparece algo evidente y peligroso: que si el adolescente está recién trabajándose su propia identidad, está lleno de conflictos internos sobre qué y cómo quiere ser, y aún está inmaduro emocionalmente para construirse una auto-imagen sólida, con mayor razón se le debe crear un inmenso desconcierto (que maneja con mayor o menor acierto, obligado a funcionar con la ley del ensayo-error) cuando, a través del internet, la realidad se vuelve virtual y un mismo interlocutor puede ser muchas cosas y ninguna a la vez. El adolescente, que está en proceso de auto-creación, necesita un mundo sólido a su alrededor, tanto para poder identificarse con él como para poder rechazarlo, y el internet le ofrece todo lo contrario: un mundo inestable, indefinible e inconstante que, lógicamente, no lo ayuda precisamente a construirse a sí mismo. De ahí la importancia vital de que los padres, el ámbito escolar y la sociedad aprendan a manejar y a controlar esta herramienta en esa etapa tan vulnerable del desarrollo de nuestros hijos/as.
De alguna manera, el internet ha pasado a cumplir el rol que no pueden darnos nuestros sueños cuando descansamos. ¿Cuántas veces nos hemos dormido deseando poder soñar con algo en concreto y esto rara vez ocurre? ¿No sería estupendo poder soñar exactamente lo que deseamos? Nuestros seres queridos ausentes, lugares que añoramos, situaciones que deseamos, las vidas de otros que envidiamos, la vida que desearíamos tener y no tenemos... Todo eso y mucho más “programaríamos” en nuestros sueños, ¿verdad? Pero no. Una especie de mecanismo o “sabiduría” inconsciente nos impide hacerlo, lo cual es una bendición, pues eso nos obliga a poner en práctica todas nuestras ilusiones y anhelos, a trabajar para hacer realidad nuestros sueños en lugar de volvernos meros entes soñadores pasivos, que sólo soñando logran vivir su vida. Pues bien, el internet está logrando precisamente esto, que tan prudentemente nuestro inconsciente nos ha negado por millones de años: construir nuestras vidas a imagen y semejanza de nuestros sueños, no de nuestras realidades; crear mundos ficticios donde finalmente conseguimos alcanzar nuestras metas y ser, finalmente, felices. Sí, es una realidad virtual, pero quién se lo hace entender a nuestros adolescentes y jóvenes, cada día más seducidos por un medio que, sin necesidad de mover un pie de su casa (a muchos de su habitación) les concede la realización de sus sueños en cosa de minutos.
Y volviendo a la Antropología, que actualmente analiza a fondo este tema y se enfrenta al desafío de explicarlo con sus propias herramientas:¿cómo puede el antropólogo trabajar una materia de estudio basada en las ilusiones, los sueños, los anhelos y las ficciones del ser humano? Tradicionalmente, eso ha sido materia para la poesía, para la metafísica, para la Psicología, pero no para la Antropología tal y como está concebida en la actualidad. Quizás ha llegado el momento de llevar a cabo algunas modificaciones a su metodología y a su objeto de estudio...
Santiago, Julio 2008