viernes, 17 de junio de 2011

"Imaginando vidas"


Todos los días, al llevar a mi hija al colegio, veo un vehículo detenerse en el semáforo de Avenida Ossa con Tobalaba y descender de él a un hombre en sus sesenta que se desplaza apoyado en un bastón. El hombre baja del vehículo, camina lentamente por el bandejón central de la avenida y luego atraviesa el semáforo en dirección a Príncipe de Gales, desapareciendo (desde mi perspectiva) en la esquina. Este hecho ha despertado en mí un antiguo juego solitario que jugaba de niña: el de imaginar la vida de una persona elegida al azar en la calle y visualizarla continuando su camino una vez que desaparecía de mi campo de visión. Este hombre, llegado en un automóvil que, obviamente, él no conduce, y salido al frío invernal de Santiago en medio de una avenida profusamente transitada, ¿adónde irá?, ¿hacia dónde y con qué fin dirigirá sus pasos lentos y precarios?, ¿quién lo esperará - imagino por las inmediaciones - y con qué estado de ánimo?. ¿Se alegran de verlo aparecer cada mañana pronto a dar las 8 de la mañana?, ¿es un jefe, un empleado, un jubilado que mata el tiempo desde muy temprano, el dueño de un local, su contable, su administrador, su gerente?. De niña jugaba a este juego generalmente cuando iba en una micro: con la frente apoyada en el vidrio del ventanal, elegía al azar una persona cualquiera que transitaba por las calles de Valparaíso, de Viña del Mar o de Oviedo y cuando la persona desaparecía de mi vista (ya porque la micro se ponía en marcha, ya porque la persona desaparecía dentro de un portal o una esquina), cerraba los ojos y la veía en mi mente entrar en una tienda, mirar a su alrededor en busca del artículo deseado, conversar con la dependienta, en fin, realizando toda una serie de actos que yo consideraba usuales, normales, predecibles en una persona. Hoy en día no necesito cerrar los ojos; me basta con apelar a mi experiencia de vida, a mi capacidad adulta de imaginar con rapidez y bastante precisión los pasos que otras personas pueden dar, a ciertas horas del día o de la noche, por la ciudad y qué tipo de acciones o reacciones podrán tener llegado el momento de la interacción con un tercero o simplemente en su deambular por las calles. ¿Son tan distintas sus vidas de nuestras vidas? ¿Somos todos tan predecibles, tan fácilmente etiquetables cuando ponemos a prueba nuestra capacidad imaginativa? Quién sabe, quizás a lo largo de estos años me encontré alguna vez con un asaltante de bancos, con un asesino en serie, con un estafador a gran escala, con un torturador, con un terrorista, con un científico loco planeando dominar el mundo y ni cuenta me dí y, por el contrario, le atribuí acciones y actitudes absolutamente anodinas y sencillas, cotidianas... Y aunque así hubiera sido, quién sabe si realmente acerté y en ese momento exacto lo imaginé tal como realmente se comportaba: como una persona normal, como cualquier otra, de la que nadie sospecharía una originalidad o peculiaridad especial. Lo cual nos lleva a reiterar la misma pregunta: ¿son tan diferentes las vidas de los otros en relación a las nuestras?

Santiago, 17 de Junio de 2011

10 comentarios:

  1. a veces pienso que la dictadura nos hizo más hábiles.

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  2. Resiliencia, se llama eso... ;) En todo caso, este juego lo hacía antes y después del golpe, y también en el exilio, al que salí aún niña... Quizás la imaginación se dispare en situaciones fuera de lo común y más aún en situaciones de estrés... Pero los niños no precisan de tanto estímulo: llevan la imaginación en el alma como parte de su esencia, al igual que la inocencia... :-)

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  3. que bonito , para mi siempre era un juego imaginarme que habia tras de las cortinas de cada casa, siempre me parecio super interesante saber como vivian los otros..desde muy ninia..
    Hasta hoy en dia me imagino las casas y sus olores incluso las de mi barrio, tal vez por eso me encanta ver peliculas..

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  4. Lo mejor de nosotros mismos es imaginarnos la vida, ese poco de luz que nos aleja de todo como en un gran dormitorio.
    Delicado relato, Thamar.
    Un abrazo.

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  5. Lindo juego, tía; parece que imaginar vidas y montarnos películas entretenidas nos viene de familia, jaja! ;)
    Gracias, Enrique! :-)
    Besotes! xxx

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  6. entretenido, Pete. es un juego divertido, alguna vez lo hice, pero peliculero y sobre escenas bruscas, alguien que sale dando un portazo, o gritando algo, o unas personas discutiendo... me monté alguna vez una buena novela, jejeje.

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  7. Jajaja, yo creo que cada vida, por anodina que parezca ante los ojos de los demás, tiene un libro de varios tomos detrás. Cada vida es una historia interminable. Con Nicole hacíamos eso en el parque San Francisco, hasta nos inventábamos los diálogos que mantenías cuando era más de una persona o los monólogos internos de lo que iba pensado acorde a su expresión. A veces les poníamos hasta nombres. Era divertido, podíamos pasarnos horas en el Paseo de los Álamos tonteando, imaginando, mientras nos comíamos ese helado con forma de pie que nos vendía el "Jimmy Sommerville" del puesto de Verdú (también poníamos motes). Era entretenido y lo sigue siendo, eso de inventar vidas.

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  8. Yo diría que es un juego que finalmente resulta ser una base invaluable cuando, ya más grandes, nos pica el gusanillo de la literatura, de narrar historias, cuentos, relatos que incluso aunque la mayoría de las veces surjan de nuestra propia cotidianeidad, se adornan con infinitos detalles y retazos imaginados... Trabajarse la imaginación es labor grata y a la vez sana; mantiene a la mente activa, curiosa, inquieta y presta a levantar el vuelo como pizpireto colibrí inventor de vidas... :-)

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  9. yo tambien me imagino esas cosas, cuando paso en el autobus por los pueblos veo gente asomada en las ventanas o sentadas a sus puertas viendo los buses pasar, recuerdo que cuando pasaba el bus por los pueblos de la meseta camino a Madrid, la gente saludaba con su mano a los que pasabamos , ahora eso no se ve, hicieron autopistas y solo vemos planicies o nubes jejejeje. Desde mi ventana veo gente dentro de sus casas y me pregunto que haran, quienes seran, que vidas tienen. Hay un señor que esta todo eldia sentado junto al a venta; incluso se afeita, lee el periodico, come, a veces se levanta y se asoma. O sea, no está enfermo y tampoco vive solo. Es asi su vida. Entonces los veo y les invento dramas, incluso a la gente con la que me cruzo en la calle. Me hago historias segun la cara que tienen o la ropa que llevan.. en fin.

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  10. Jejeje, cierto, antes era muy usual que al paso de los buses o trenes, gente, sobre todo niño/as, saludaran con la mano, como un juego amable y simpático... Eso me recordó un viaje en tren que hize por Europa en mi juventud aprovechando en nunca bien ponderado "inter-rail"... Pasando por la campiña yugoslava (de antes de la guerra que despedazó el país y a buena parte de su cuidadanía), el tren tuvo que pasar sobre un puente larguísimo. Como el tren tenía una cantidad enorme de vagones, cargados de mochileros, y el puente estaba en subida (y sobre un abismo que daba terrible veŕtigo solo mirarlo), el maquinista tuvo que avanzar y retroceder varias veces hasta conseguir que el tren superara el interminable puente. Y cada vez que avanzábamos y retrocedíamos, desde una humilde casa que había a apenas unos metros, varios niños de pelo rubio y ropas sucias nos saludaban con la mano, haciendo gran algarabía... Y pese a que el tren al menos pasó tres veces por delante de su casa, ellos nunca dejaron de saludar, jaja! :-) Lindos recuerdos...

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